Un mes de Polonia
Escribo esto después de 30 días desde que mi hija Hannah viajó a Polonia.
Polonia tiene un sabor agridulce para mí, por un lado, es un país a miles de kilómetros de Perú, donde vivimos, con un idioma difícil y una cultura muy distinta a la nuestra. Pero por otro, representa la otra mitad de mi niña: su apellido, sus raices, su familia.
Hanni siempre ha sentido la necesidad de conectar con su lado paterno a pesar de saber poco, deseaba conocer a su medio hermano, y visitar el lugar donde descansan los restos de su padre y sus abuelos.
Dado que Hannah tiene solo 18 años y está estudiando en la universidad, un viaje a Polonia por varios meses no parecía lo más seguro ni adecuado. Claro, desde mis miedos y mi necesidad de controlar lo incontrolable. Pero para una adolescente es todo lo contrario.
Hablamos largo y tendido sobre el viaje, dudamos, investigamos sobre la logística y las dinámicas europeas, y trazamos un plan con objetivos mínimos. Ella estaba ilusionada llena de ideas, mientras yo lidiaba contra mis propias inseguridades. Tuvimos muchos ángeles que nos ayudaron a organizar la travesía, a quienes agradezco profundamente.
Sacar conclusiones de este viaje es aún prematuro pero hasta ahora ha sido la experiencia de vida más enriquecedora para ambas. Ha sido un mes de explorar nuestros límites de paciencia y tolerancia, de enfrentarnos a la soledad física. Fueron semanas llenas de miedos ante lo desconocido (mas míos que de ella seguramente), de extrañar nuestras dinámicas, con momentos de crisis, como la pérdida de un celular, o un croc en el riel del tren. Sin embargo,el balance final de esta parte de la historia es muy positivo. El viaje llegó en el momento perfecto para romper el apego emocional y descubrir la valentía, la pureza, la energía, la fuerza y los sueños que habitan en mi hija.
Hoy, a 30 días de esta aventura sanadora, las cosas comienzan a acomodarse para todos. Mis pensamientos comienzan a aterrizar, lo cual me permite escribir con mayor claridad.
He tenido las emociones a flor de piel en estas últimas semanas. Nunca imaginé que este momento llegaría. Mi mayor ilusión era planificar un viaje juntas para visitar, por unos días, el país de sus parientes paternos, y luego explorar otros lugares de Europa. Lo veía lejano, improblable en el corto plazo, pero el universo tenía otros planes. Las situaciones suceden como deben, no como las planeamos.
Quisiera expresar todo lo que mi corazón contiene pero las palabras no bastan. Mi mente va a mil, y trato respirar conscientemente para abrazar esta experiencia con sabiduría, y aceptar con plenitud esta aventura. Cada dia ha sido un milagro.
Gdansk la ciudad polaca donde vivió el padre de Hannah, un puerto histórico precioso, a orillas del mar báltico. Allí, tres personas intimamente conectadas con él se reunieron. Darrin, Wyktor y Hannah. El primero es el padrino y el segundo el medio hermano de Hannah. La vida nos muestra que todo está conectado, el tiempo, las personas, las situaciones.
Darrin es el "papa padrino" que toda niña sueña. Un hombre bondadoso y con un corazón enorme. Sin planearlo llegó por trabajo al puerto, Hannah pudo viajar a verlo por unos días y además, coincidir con su hermano. ¡Un encuentro con mucho significado! A miles de kilometros, puedo imaginar la emoción de ese momento. Conocer a un hermano debe ser una de las experiencias más llenas de amor. Hubiera dado todo por estar allí, pero entiendo que no era mi momento, no era mi encuentro. Era solo de Hannah y Wyktor.
Todo lo que siento es amor y gratitud. No hay más palabras. La emoción sobrepasa todo lo demás.
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