La vida es buena

Querido Haim;

Haim la vida es buena, y tu la amabas desde que naciste. Lo demostraste  al vencer la meningitis cuando eras un recien nacido y los médicos se dieron por vencidos ante la enfermedad, pero tus padres buscaron en la fe lo que la ciencia les negaba. Oyeron las palabras de un gran rabino de Novaselitz, tu ciudad natal, quien sugirió cambiar tu nombre de Meir a Haim (vida en hebreo) para salvarte.

La vida es maravillosamente retadora Haim. Le ganaste muchas veces a  la muerte, sobreviviste a un campo de concentración en Transnistria y demostraste al mundo que  nuestra existencia vale la pena afrontarla con entereza y valentía. En otro acto de valor, cambiaron tu apellido Brand para poder huír de la maldad nazi y comunista.  El destino te trajo a Sudamérica cuando eras un niño aún junto a  tus padres y tu hermana Silvia, arribaron a la que sería tu amada Venezuela  para cumplir tus   sueños de convertirte en un prestigioso neurólogo, en un buen padre, y en un destacado conferencista.

Tu has hecho que la esperanza sea sinónimo de acción.  Eres  el mayor ejemplo de resiliencia para nosotros, prometo llevar tus experiencias como guía e inspiración.

Hemos vivido plenamente cada momento a tu lado, disfrutando tus conversaciones, mirándote a los ojos tratando de imaginarnos un poquito tu tiempo en Rumania, en Francia, en Venezuela y en Panamá, los lugares donde demostraste con gran dignidad que la  resiliencia era parte inherente en ti.

La vida es generosa Haim, disfrutaste a tus hijos, los viste crecer y realizarse. Ellos y tus nietos, como siempre lo decías, son tu mejor trabajo, tu mejor obra, tu mejor herencia.

Tu legado es infinito mi suegro admirado, no hay palabras que lleguen tan alto como tu estás ahora.


Me quedo con tu historia en mi memoria y con tu sonrisa en mi corazón. Tantos recuerdos sobre tus charlas sobre el Holocausto, tu incansable curiosidad por aprender sin importar tu edad, por leer sobre neurociencias, tu tema favorito. 

Esbozo una sonrisa mientras escribo esto, recuerdo que me llamabas LA DOÑA, un poco porque no recordabas mi nombre y un poco porque sabías que era la que ponía orden en la casa.

La vida es hermosa, pero es injsutamente corta y muy limitada para expresar los afectos.

Gracias Haim por habernos acogido a Hannah y a mi en tu familia, gracias por el privilegio de compartir tu historia, gracias por formar parte de nuestro camino.

Dejas un vacío duro de afrontar pero el  tiempo,  que es muy sabio, será el encargado de ayudarnos a  transformar en  luz y alegría esta dolorosa ausencia.

La vida es tremendamente buena.










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